Don Ricardo se adelanto y con voz grave y conmovida dijo:
Mi eterna gratitud a mi esposo; también para Alexis Coald, mi amigo poeta, con sus mails y presentaciones en power point; y a tantos otros amigos que, en aquellos días, estuvieron tan cerca, a mi lado.
Anduve como muda un tiempo, apenas atiné a escribir:
Yo hoy sólo quiero
la manteca derretida,
sobre las tostadas calientes,
que me servía mi madre.
Pero ella amaba la vida. Las flores. Los días de sol.
Y fue ella la que me enseñó desde niña a amar la poesía y a confiar en Dios.
“Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero... Si, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.”
Por eso, gracias Señor por la madre que tuve el privilegio de disfrutar. Gracias por tu infinito amor y por las promesas de tu Santa Palabra, que me permiten seguir viviendo con alegría y esperanza.
Para Virginia, mi mami, todo mi amor y mi homenaje.