20/10/08

EL TRIUNFO DEL AMOR

El primer día.

Llegué después de caminar varias cuadras de tierra y saltando zanjones.
La reunión iba a empezar a las cuatro de la tarde. Doña Lidia me prestaba su comedorcito para hacerles La Hora Feliz a los chicos de su barrio. Ya había varios que me estaban esperando.
Me incliné para besarlos. Entonces él entrecerró los ojos, apretó la espalda, ladeó la cara. Trató de cubrirse la mejilla con el hombro.
Le pasé la mano por el pelo. Rápida le di dos palmaditas suaves en la nuca y un beso cerca de los mocos.
Miró de reojo. No dijo nada. Ni siquiera se animó a sonreír.

Un mes después.

Me fui más temprano para pegar un Jesús de cartulina, algunos carteles y conectar el grabador para los cantos. En la puerta me estaba esperando.
Me incliné para besarlo. Entrecerró los ojos, apretó la espalda, ladeó la cara. Me ofreció la mejilla. Le pasé la mano por el pelo. La dejé sobre su hombro. Le di un beso cerca de la oreja.
Miró de reojo. Se rió contento.
-Dame que te llevo...- dijo, y cargó mi bolsito con los materiales para adentro.

A los tres meses

Estaba parado en la esquina, con tres amigos. Me vio de lejos. Corrió a buscarme. Se me echó en los brazos. Rodeó mi cintura. Apretó su cara conta mi vientre. Lo abracé con fuerza. Me dio la mejilla para que lo besara. Cargó mi bolso.
-Estos son amigos míos...- me presentó a los que miraban incrédulos.
Me incliné para besarlos. Cerraron los ojos, apretaron la espalda, escondieron la cara...
Él reía y buscaba flores entre el pasto, para regalármelas.