25/8/06

RECORDANDO A GRACIELA*

El sol era un disco rojo
rodando hacia el bajo.
La calle, techo de asfalto,
con sudorosos muchachos-gatos
que corrían un ovillo de cuero y trapos.

Tu jardín, montones de yuyos,
el rosal deshojado.
En el pilar, un bicho canasto.
Guardando la puerta,
dos cipreses flacos
y nosotras dos…

“Entonces dijo el hada…”
(yo que leía los cuentos de antaño)
“…cuando den las doce
no sigas bailando…”

-Seré bailarina-

Tu voz, latigazo.
Eras tan pequeña,
tal vez no recuerdes,
pero las letras huyeron gritando
y tras los malvones
se escondió el sapo.

“Entonces el hada…”

Roto el dique
seguiste soñando.
Con falda de plumas
y cinto de raso
girarías tanto, tanto…

“¡Entonces el hada..!”

La mano así levantarías,
y al levantarla,
la mágica vara del desencanto
se agitó en lo alto.
Callaste de pronto.
Mi libro se tumbó en el pasto.

-Seré bailarina-

“Oh, pequeño cisne,
para ti no habrá lago.”
Desde los malvones
advertía el sapo.

-¿Seré bailarina?
-No sé, cuando crezcas
un poco, y uses tacos altos… No sé.
…………………………………………………………
-¡Qué linda!
-¿Qué?
-La casita del bicho canasto.

En el bajo el disco
seguía rodando.
En la calle, maullidos de muchachos-gatos.
En tus ojos dos cipreses,
Entre azules y rosados.
Dos largos cipreses lloviendo,
verdinegros y solos,
dos cipreses flotando, flotando…

(*Graciela Haydeé, mi vecinita de la esquina, 5 años menor que yo, una de las víctimas de la última epidemia de polio.)

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